12 de febrero de 2010

Ucrania: Elecciones y Revolución Naranja (I)

And the Oscar goes to... ¡Víctor Yanukóvich! Ya está, se acabó el circo. El índice de participación ha rozado el 70% y ya con el 98,5% de los votos escrutados la distancia entre el líder del Partido de las Regiones y la camaleónica Timoshenko es de un 2,8%. El resultado a las 17:00 de la tarde es de Yanukóvich 48,6% – Timoshenko 45,81%, la distancia es superior al 1,5% que queda por escrutar.


Ahora sólo nos queda ver cual va a ser la actitud de Timoshenko. Ambos candidatos habían advertido que si perdían la elección la impugnarían por fraude electoral. Esta estrategia parecía lógica de acuerdo con el antecedente del año 2004. Entonces la teórica victoria de Yanukóvich fue superada por una amplia movilización social contra “el fraude electoral”. La revuelta estaba preparada desde hacía meses, la estrategia era clara y sencilla, “si perdemos ocupamos la calle clamando que ha habido fraude electoral”. Y así ocurrió. Aquellos meses fueron extraños, muy extraños. Ocurrían hechos enigmáticos en medio de una pugna política salpicada de intromisiones externas (principalmente por parte de Rusia y Estados Unidos).

En una tercera vuelta, con todo el tirón de la movilización y propaganda "naranja" a su favor y con la legitimidad otorgada por la victoria judicial que obligaba a la repetición electoral, Yúschenko, con el apoyo de Timoshenko, obtuvo un 52% de los votos. Pero en esta ocasión no va a ser igual. Por mucho que lo sueñe Timoshenko este escenario no se va a repetir. En la Casa blanca no está Bush y su gobierno intervencionista en la política de los países postsoviéticos; El Presidente saliente, Yúschenko, es un perdedor que sólo ha obtenido un 5% de los votos en la primera vuelta; y finalmente, Timoshenko es la actual Primera ministra. Los fraudes electorales suelen organizarse desde el poder y ella está en el poder. Además, en esta ocasión Yanukóvich y su partido se han cuidado mucho de prepararse bien para cualquier intento de revuelta, y por si acaso, ya han movilizado a sus simpatizantes para defender la victoria de su líder. Además, la OSCE ha validado los comicios y ha declarado, poniendo en un aprieto a Timoshenko, que las elecciones han sido “transparentes y democráticas”.

A partir de ahí poco se puede añadir a lo que se ha dicho y escrito. Había dos candidatos que representaban a dos sensibilidades bien diferenciadas del país. Una más próxima a Occidente y otra más próxima a Rusia (sobre todo cultural y económicamente). Estas sensibilidades, si bien están distribuidas por todo el país, tienen una clara identificación geográfica respecto a su fortaleza. El Sur y el Este del país, la Ucrania económicamente más desarrollada y predominantemente ruso parlante, está con la sensibilidad más próxima a Rusia. En cambio, el Occidente del país, económicamente más depauperado y predominantemente ucraniano parlante, está con la sensibilidad más occidentalista.

A está foto habría que añadir un dato más. El eje clásico de conflicto, entre derecha e izquierda, está totalmente desdibujado y sometido a la pugna étnico-cultural y sobre todo, de alianzas en política internacional. Como ocurre en todo el espacio postsoviético, las posiciones más rusófilas están identificadas con posicionamientos subjetivos más próximos a lo que se conoce como "izquierda", mientras que las opciones más occidentalistas se identifican más con la "derecha". De tal suerte, que el Partido de las Regiones de Yanukóvich podría ser algo parecido al "centro-izquierda" y Timoshenko el "centro-derecha". Insisto que hay que tener claro que estas identificaciones son subjetivas y no tanto objetivas. Por ejemplo, Yanukóvich ha tenido entre sus apoyos más significativos a una gran parte del empresariado ucraniano. Respecto a lo de la cercanía y lejanía con Rusia, habría que señalar que se exagera demasiado al afirmar de manera tajante que Yanukóvich es un “rusófilo”.

Llegados aquí, llegamos a la trampa de todo este tinglado al que hemos asistido en Ucrania. Muy pocos medios reparan sobre el verdadero carácter de la pugna electoral. Todos ellos, Yúschenko, Yanukóvich y Timoshenko son hijos/as políticos de Kuchma, el Presidente de Ucrania hasta el 2005. Este gobernó Ucrania al estilo de un cartel político donde encontraban acomodo las dos sensibilidades, la occidentalista y la cultural rusa. El Presidente solía dar una de cal y otra de arena a Occidente y a Rusia, aunque eran más habituales sus conflictos con Rusia que con Occidente. No creo que fuese tampoco porque fuese un convencido occidentalista, simplemente colaboraba más con Occidente porque desde allí llegaba más financiación (en el fondo lo único que le importaba). En sus gobiernos participaron los tres protagonistas políticos de los últimos años en Ucrania, es más, el líder de la revolución naranja, Yúschenko, fue Primer Ministro y Timoshenko Ministra. Por lo tanto, la revolución naranja ni era revolución ni era la lleg
ada de nuevo aire a la política ucraniana, eso simplemente es falso.
 
Extraído del blog camarada "Euskal Herria Sozialista"

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