29 de diciembre de 2010

Mali, sin rastros de Al Qaeda

Jon Sistiaga en Mali
Hace pocos días, antes del fin definitivo de sus emisiones, CNN+ volvió a emitir el reportaje del periodista Jon Sistiaga, ya emitido en el mes de mayo, en el que se trataba infructuosamente de buscar por el desierto los escondrijos de los yihadistas de Al Qaeda en Mali. Sistiaga en ningún momento nos cuenta qué hará cuando encuentre a esos yihadistas, a veces da la sensación de que les entrevistará, pero otras, llevado por ese afán tan occidental de tratar de impartir justicia fuera de las fronteras propias, parece que pretende capturar al líder de Al Qaeda en Mali, y ponerlo en manos de la justicia, o quien sabe si juzgarlo él mismo.

En el reportaje vemos a un Sistiaga empeñado en ese fin, pero igualmente vemos que ese intento queda en vano, es decir, Sistiaga en ningún momento consigue la ansiada imagen tan difundida por los medios occidentales de guerreros de turbantes y largas barbas con un Corán en una mano y una metralleta en la otra gritando “Alá es uno y Mahoma es su Profeta”. Y no la consigue no por poner empeño en el intento, como se puede ver en el reportaje, recurriendo a todas las posibilidades. Al final, Al Qaeda y sus temidos guerreros quedan difuminados en ese desierto de miseria, hambre, y desesperación, quedan como figuras fantasmagóricas, que aparecen y desaparecen según los indicios, o mejor dicho, la interpretación de esos indicios hecha por las ideas preconcebidas al respecto de Sistiaga.

Sin embargo, en más de una ocasión durante el reportaje, se insinúa, contrariamente a esas ideas preconcebidas de Sistiaga, que en realidad esos guerreros de Al Qaeda son bandidos y narcotraficantes que utilizan los secuestros de occidentales más para fines económicos que políticos, y que Al Qaeda no es más que una pantalla detrás de la cual opera toda una red de delincuentes locales, es más, hasta hay ciertos momentos en el reportaje en los que el propio Sistiaga llega a afirmarlo, para luego desdecirse y volver a las ideas establecidas y preconcebidas al respecto. 

El Sahel, un nuevo punto caliente del planeta

El Sahel, que significa en árabe “costa”, es toda la zona comprendida entre el sur del Sahara hasta las sabanas y el Golfo de Guinea, y desde las orillas del Océano Atlántico hasta el Nilo hacia el Este. Abarcando a países de oeste a este como Mauritania, Senegal, Mali, Argelia, Níger, el norte de Nigeria, Chad, Sudán y Eritrea. 

En un informe del Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos realizado en 2005 se decía lo siguiente: “A finales de la década, el África subsahariana puede convertirse en una fuente de importaciones energéticas para Estados Unidos tan importante como Oriente Próximo. El Oeste de África dispondrá de unos 60.000 millones de barriles en reservas petroleras comprobadas. Los fracasos flagrantes de las guerras depredadoras de Estados Unidos y la Unión Europea en Afganistán e Irak conducen a proyectar el control sobre el petróleo de África, y la parte procedente del Golfo de Guinea en las importaciones estadounidenses pasará del 15 al 20% en 2010 y al 25% en 2015”. Estas líneas hablan por si misma sobre la importancia estratégica de la región. 

A esta pretensión de los recursos petrolíferos del África Occidental le ha correspondido la consecuente militarización de la zona: “operaciones antiterroristas” dirigidas por Washington en el 2003 y en el 2004 contra el denominado Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), programas militares para la defensa de la navegación en el Golfo de Guinea, maniobras militares, y la creación junto a sus socios de la Unión Europea del proyecto militar de intervención rápida AFRICOM, cuyo cuartel general está nada más y nada menos que en Stuttgart (Alemania), ante la negativa de los países africanos a albergar unas instalaciones tan peligrosas. En definitiva, con la excusa siempre oportuna de la lucha contra el terrorismo, los EEUU, y en menor media la UE, en especial Francia, al ser esta una zona histórica colonial francesa, lo que en realidad se pretende es asegurar la explotación de los recursos energéticos de la zona y su seguro traslado a las metrópolis imperialistas occidentales. 

A todo ello, debemos añadir la presencia de la República Popular China en África, necesitada también de recursos energéticos para continuar con su imparable avance y desarrollo económico. China es ya el primer inversor en África. Esta presencia inquieta, como no podía ser de otra manera, a los Estados Unidos, que cada vez tiene más claro que son los chinos el obstáculo fundamental que impide la total hegemonía norteamericana del planeta. China para continuar con su desarrollo necesita de esos recursos, Estados Unidos consecuentemente trata de impedírselo, no sin dificultades, porque de ninguna de las maneras impide el comercio de los países africanos con la República Popular China, que sin estar exenta de una clara actitud propia de un Estado imperialista en cuanto a exportación de capitales, no realiza el consecuente ahogo político, quitando y poniendo gobiernos, tan característico del imperialismo norteamericano y europeo. 

Al Qaeda, la excusa perfecta

En la serie de entrevistas que el periodista belga Michel Collon está realizando con el analista etíope Mohamed Hassan en la serie “Comprender al mundo musulmán”, a la pregunta de que si los piratas somalíes y los presuntos terroristas de Al Qaeda constituyen una amenaza real, el analista responde de la siguiente manera: “Yo no digo que no haya amenaza. Si no que simplemente las potencias occidentales la instrumentalizan para ponerla al servicio de sus intereses estratégicos en la región”. 

Diagne Roland Fodé en su artículo “Los objetivos ocultos de la militarización del Sahel” afirmaba al principio: “Los secuentros se multiplican en el Sahel. Tras la liberación, contra rescate, de P. Camatte, Michel Germaneau resultó muerto después de un ataque militar franco-mauritano en territorio de Malí en circunstancias no aclaradas según la prensa africana (Argelia, Malí, etc.). Otras siete fueron secuestrados en Níger. Cada secuestro ha supuesto la oportunidad para un aumento de la presencia militar francesa, ahora multiplicada con el apoyo de tropas de élite y tecnología espacial de vigilancia estadounidenses”. Siguiendo con el interesante artículo de Diagne Roland Fodé, esta fiebre de secuestros no es más que una operación de manipulación masiva consistente en crear determinados problemas, para después ofrecer las consecuentes soluciones a los mismos, es decir, la justificación de las intervenciones militares imperialistas en el Sahel, ampliando así el control de los recursos por parte de las multinacionales occidentales. 

Mientras, el prestigioso analista canadiense Michel Chossudovsky es claro al respecto: “Uno de los objetivos principales de la guerra de propaganda consiste en «fabricar un enemigo». El enemigo exterior, personificado por Osama Bin Laden está «amenazando a Estados Unidos» y por lo tanto es necesario emprender la guerra preventiva contra los «terroristas islámicos» para defender la Patria. Las realidades se falsean. Estados Unidos está bajo amenaza de ataque”, y continua: “Se trata de un asunto conocido y documentado: la «red del terrorismo islámico» es una creación del aparato de los servicios secretos estadounidenses. Hay pruebas concluyentes de que algunas de las acciones que han producido un gran número de víctimas han sido lanzadas por los militares o los servicios secretos. Del mismo modo, y basándose en pruebas, varias de las alertas de actos terroristas se basaron en informes secretos falsos, como en el caso del fallido caso de «ataque mediante bombas líquidas» de Londres, en 2006, en las que los supuestos piratas aéreos no habían adquirido los billetes de avión y varios de ellos ni siquiera tenían el pasaporte imprescindible para embarcar”. 

Allá donde los Estados Unidos y sus socios occidentales ponen los ojos y ven sus intereses comprometidos, allá aparece, como de la nada, una célula local de Al Qaeda, ya sea en el Cáucaso y el Asia Central otrora soviética, el Magreb y el Sahel, el África Oriental o el Yemen. Fantasmas a los que los medios de comunicación ponen cuerpo, y a veces hasta cara, como esa imagen que el periodista Sistiaga perseguía incansablemente en Mali sin éxito. 

Fuentes:


Por Antonio Torres "Antón" para Kaosenlared.net

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