28 de abril de 2011

Aunque llevaran emblemas de la Constitución tatuados seguirían produciendo las mismas náuseas

Pues sí, el agudo ojo de la cámara fotográfica de un medio de comunicación un poco menos ultraconservador que los demás captó el detalle del tatuaje de uno de esos legionarios que, todo gónadas e irracionalidad de matarife, alzaba el otro día el madero de la imagen del Cristo de la Buena Muerte en la Semana Santa malagueña.

El legionario nazi de la Semana Santa malagueña.
Apréciese la esvástica que lleva tatuada en el brazo.

Que si honores militares o no, que si presencia de altos cargos de la cúpula militar o no en tan indigno acto. Estúpidos debates que representan el dedo señalando a la Luna en el que se fijan los mass media de este sistema desnortado. La Luna podría ser la aberración de ver a semejantes tipos violentos, macarras (permítasenos la expresión), armados y seguramente poco letrado alzando, entre el aplauso de no pocos tan ignorantes como ellos (vuelva a permitírsenos la expresión), la estatua de aquel que condenó toda violencia y predicó el amor universal y el olvido de sí mismo.

Para más inri (nunca mejor dicho) uno de los canis con pinta de farloperos que alzaban el brazo rígido y vena en entrecejo la imagen del crucificado, no se molestó en disimular el símbolo de la cruz gamada en una de sus extremidades arremangadas. Podríamos decir no pocas cosas sobre tal hecho, pero es de creer que se comenta por sí solo.

Y en verdad habrá no pocos progres que se escandalicen de la visión tan incorrecta del símbolo nazi. Sin embargo, aquí ni nos extraña ni nos llama especialmente la atención. Con cruces gamadas o sin ellas, con el símbolo del dólar, o del Banco de Santander, con la rosa y el puño del PSOE, la gaviota del PP, con algún logotipo de la Constitución... Aunque se pudiera vestir de seda, el brazo de un militar siempre representará una sola cosa: la inmoralidad de la violencia y la fuerza bruta al servicio (siempre) de las injusticias. En este caso, su presencia en Málaga, como en cualquier otro lugar, no solo no adorna en absoluto el acto folclórico-religioso procesional, sino que lo deja a la altura del betún. Los militares en la Semana Santa suponen la definitva mezcla de religión, folklore y política. Y precisamente ésta última no es una política positiva, democrática y generadora de valores como la paz y el amor. Es lo peor, lo más injusto, lo más bárbaro, lo más inmoral del sistema en el que vivimos. Es una auténtica excrecencia que retrata muy bien a esos impostores de cristianos que invitan a los gorilas armados a su fiesta. El año que viene que conviden a los sicarios de algún cártel mexicano a levantar su estatua. No quedará menos deslucida la cosa.

FUENTE: "Grupo Antimilitarista de Elx - Grupo Tortuga"

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