17 de mayo de 2011

Heinz Dieterich y su peculiar "socialismo" anti-marxista

A buen seguro, el sociólogo alemán preferiría ser etiquetado de "neomarxista" (concepto, por cierto, muy en boga en estos momentos gracias a su querida China) o similares. Y es que somos testigos de otro nuevo envite del revisionismo contra el "viejo" marxismo, nada nuevo, la morralla de siempre. La moda del innovar la revolución vuelve a estar en primera línea.


Y es que otra cosa no, pero si algo sabe Dieterich es renovarse, reinventar. Nosotros, como comunistas, no deberíamos de tener nada en contra de ello, el problema aparece cuando ese reinventar supone la ruptura con todo el sistema de conocimientos precedente y además se trata de disfrazar ese crimen con el vestido de la dialéctica.

Habrá quien sostenga, como también lo hace el analista alemán, que de lo que se trata es de "adaptar" el marxismo a los tiempos que corren. Ante nuestra negativa, faltaría menos, seremos tachados de dogmáticos para arriba.

Por un lado, que quede claro, los comunistas, los marxistas-leninistas, no tenemos ni hemos tenido jamás ningún tipo de reparo en adaptar el marxismo-leninismo a una situación concreta, tanto geográfica como histórica. Esta evidencia es históricamente verificable. El marxismo-leninismo solo es tomado en consideración como tal cuando se halla indisolublemente conectado con la realidad social, con su correlación de fuerzas y a la práctica social. Ignorar este hecho supone relegarlo al mundo de las ideas inamovibles, al universo de lo metafísico. Y allí si que estaríamos siendo dogmáticos.

El problema viene, y es aquí cuando enseñaremos los dientes sin dudarlo, cuando estas pretendidas "adaptaciones" suponen desvirtuar o destruir los principios del marxismo y de la experiencia revolucionaria mundial, cuando estos "ajustes" niegan la esencia de lo que precisamente dicen actualizar.

Por otro lado, no entendemos qué transformaciones han tenido lugar en el seno del monopolismo, del imperialismo, etapa superior y decadente del régimen burgués, para que sea necesaria una renovación con tantas prisas y más aun de la manera en la que nos dicen los revisionistas de la talla de Dieterich.

Y es que esta estirpe de pseudo-revolucionarios (ojalá Dieterich fuese el único) no es capaz de explicar científicamente (ni lo será), de forma marxista, qué contradicciones nuevas, por ejemplo, han entrado en la esencia del imperialismo mundial para que se haga necesario impulsar un desarrollo ulterior de la ciencia marxista (cosa que ya hizo Lenin con el imperialismo). Porque, que nosotros sepamos, todavía continuamos en la fase imperialista que en su fase más incipiente ya nos describió Lenin, ¿o no?

Ahora bien, esto no implica, por supuesto, que las nociones de la etapa imperialista o las tácticas de lucha en contra de este no hayan evolucionado desde 1916, todo lo contrario. Pero afirmar la superación de esta fase sin argumento alguno resulta a todas luces insólito, más viniendo de alguien "marxista" y más todavía cuando la "renovación necesaria" se asemeja más a una demolición del marxismo para pasar a construir, a partir de unos cimientos nada parecidos, una clase o clases de socialismo, cuanto menos curiosos, por llamarlos de alguna manera.

La sola idea de revisar los principios marxistas como lo ha hecho Heinz (lo que de por sí ya es revisionista) y de "actualizarlo" como él afirma haberlo hecho presuponen una concepción completamente metafísica de la ciencia marxista. Supone contemplar al marxismo como una especie de carromato viejo y cubierto de polvo, una doctrina aislada de su origen, de la raíz más íntima de su existencia: la práctica revolucionaria, a través de la cual se ha acumulado en su seno toda experiencia obrera histórica. Nosotros, como comunistas, recogemos en herencia toda esa experiencia revolucionaria, todas esas obras, examinamos sus éxitos y errores y continuamos luchando, fortaleciendo a través de la praxis todo nuestro aparato teórico, aprendiendo de nuestro pasado y construyendo a partir de éste nuestro futuro.

La propia doctrina marxista exige ser "renovada" día a día, incorporando en su seno toda la experiencia de lucha diaria y todo su consecuente análisis. Resulta pues, absurdo trazar una especie de línea en el tiempo y decir "Venga, a partir de aquí empieza el nuevo marxismo". Eso es completamente descabellado. Cada una de las revoluciones ha servido para surtir de conocimientos al conjunto de la clase trabajadora, ha servido para engordar a la propia ciencia marxista para enriquecer su arsenal teórico y como consecuencia directa de esto, también el práctico. Para, a partir de esos nuevos postulados, diversificar las estrategias del proletariado antes y después de su toma del poder político.

Los nuevos "revolucionarios" y sus ocurrencias


Por contra a lo anterior, el "socialismo del siglo XXI" viene a suponer una clara ruptura con el marxismo y no un consecuente "desarrollo" o "renovación" como afirma Dieterich, un revolucionario de curiosa trayectoria, que se dedica a vender su particular idea (más bien un conjunto de chapuceras y orientativas propuestas) de socialismo por universidades de países capitalistas y se forra a vender sus "obras" a través de editoriales igualmente capitalistas.

Es así como nos son presentados los "renovados" revolucionarios del nuevo siglo, personajes que no militan clandestinamente, que no son detenidos ni torturados por la Policía, no son buscados ni están fichados, no son apaleados en las manifestaciones, no son guerrilleros ni toman parte en ninguna de las guerras populares del mundo, muchos de ellos ni militan siquiera, pero que a pesar de ello nos exigen a los revolucionarios confiar en su palabra, escudarnos detrás de sus figuras y sus confusas tesis.

Esa actitud, la de ensalzar y esconderse detrás de cualquier imagen, es más propia de la vacilante pequeña burguesía, a lo sumo, de una clase trabajadora desideologizada, huérfana de ideas. Nosotros en cambio tenemos padres. Nuestros padres son todas las revoluciones habidas y por haber, las enseñanzas y lecciones de los clásicos habidos y de los que habrá, todo ello sintetizado bajo la forma del marxismo-leninismo y con un único objetivo, la dictadura del proletariado y la posterior consecución de una sociedad sin clases.

"Heinz and company" parecen ser, pues, nuestros nuevos revolucionarios o, al menos, los más mediáticos, los más vistos, escuchados y leídos. Ahora bien, ¿qué opinión debemos de mostrar hacia aquellos "revolucionarios" de alcance, en un mundo de predominante carácter burgués? ¿Qué hemos de pensar acerca de unos individuos a los que el sistema burgués ofrece continua cobertura? Figurines de la talla del descrito alemán o presuntos "anarquistas" como el norteamericano Noam Chomsky y una larga compañía cumplen con ese perfil. Los intentos de Dieterich por reformar el marxismo y "adaptarlo" a los tiempos que corren vienen a resultar tan ridículos como las absurdas cavilaciones de alguien que pretende hacer algo así como reinventar la rueda.

Que nadie nos malinterprete. Reflexionar acerca de cómo reinventar la rueda puede resultar interesante para una tarde aburrida en la que todos nos sentemos después de comer con unos cafés y unas pastas a charlar animadamente. Desgraciadamente, y enfrentándonos en una lucha sin cuartel con una burguesía envalentonada y a la ofensiva, hacer eso se nos antoja una absoluta pérdida de tiempo, una inutilidad, vaya. Así que preferimos dejar esos momentos de ensoñación y pajas mentales a charlatanes intelectualoides, a "sociólogos", a "analistas políticos". Nosotros, mientras tanto, estaremos en el frente de lucha político, económico e ideológico como "comunistas".

Socialismo del siglo XXI: nada nuevo bajo el sol


Pero pesar de que el señor Dieterich se crea el más original de su barrio, lo cierto es que resulta de incuestionable evidencia que no ha sido el primero (ni será probablemente el último) en portar esa idea de "renovar" el marxismo.

Personajes como Bernstein, por ejemplo, insistían en la necesidad de reconfigurar el marxismo porque éste, a su juicio, resultaba ya anticuado y obsoleto, poco después estallaría la Revolución de Octubre. O como Kautsky, que en su etapa política final se posicionó en contra de la dictadura del proletariado y de lado del imperialismo bajo la creencia, entre otras, de que era posible pasar al socialismo a través de la democracia burguesa, al igual que nuestro amigo Heinz. Luego todo lo nuevo que parece ser el socialismo de Dieterich parece tenerlo de viejo su pensamiento reformista, repetitivo y cansino.

A ojos de la Historia, no se muestra más que como lo que realmente es, un personajillo que ha aprovechado el reflujo del ideario socialista para colar sus absurdas ideas, muchas de ellas por cierto, recicladas de los antiguos socialistas utópicos pre-marxistas rebatidos en su día por Marx. Dieterich, al igual que todos ellos, ignora el componente clasista o deja al proletariado en una posición secundaria, le arrebata su papel protagonista fundamental. Los Owen o los Saint-Simon, al igual que también soñaban con emancipar no al proletariado, sino a toda la sociedad, con el ánimo de lograr una comunidad más equitativa. Ellos, al igual que Dieterich, eran incapaces de distinguir el papel central del proletariado, de diferenciarlo y de hacer un análisis clasista certero. Su desprecio al proletariado se explicaba por su no pertenencia a esta clase, sino a la burguesa. Estas posturas acientíficas ya fueron rebatidas en su día por Marx y otras tantas del ya mencionado kautskismo, fuertemente combatido y desautorizado también en su tiempo por Lenin.

El dichoso socialismo


Constituye un insulto a la inteligencia de cualquier marxista-leninista minimamente consciente afirmar que el "socialismo" del siglo XXI de Heinz representa una especie de marxismo de nuevo tipo, es algo así como asemejar el tocino con la velocidad. Las múltiples diferencias entre ambos pensamientos parecen no tener límite, porque todavía no se sabe muy bien ni cuales son los propios límites del socialismo del siglo XXI. Insólito pero cierto.

¿Qué exactamente ese dichoso socialismo del siglo XXI? Exactamente no se sabe. El propio Dieterich ha afirmado la necesidad de un mayor y profundo debate para terminar por completar su idea (en realidad puede ser la suya y la de cualquiera) del socialismo del silgo presente, porque el socialismo del siglo XXI "no viene predeterminado" (que anti-dogmático es todo, ¿verdad?). En resumen, parece que el socialismo del siglo XXI es lo que cada cual quiere que sea. Es un socialismo por lo tanto subjetivo y no objetivo, y no es objetivo porque para serlo, ese socialismo debería de basarse en una realidad objetiva, que aparte de no ser el caso, entonces se llamaría marxismo.

Esto da como resultado el eclecticismo y la confusión más vomitiva, justo lo que le hace falta a la clase obrera en estos momentos. Convierte a este supuesto socialismo en un recipiente a llenar con cualquier cosa. Eso es lo único que precisa un "socialismo" para ser de nueva serie... Bueno, eso y obtener la aprobación del propio Dieterich, una marca de calidad incuestionable, algo así como el EuskoLabel.

Hay elementos aislados, eso sí, que conocemos. Por ejemplo, sabemos que el socialismo del siglo XXI admite la propiedad privada de los medios de producción. Bastante ilustrativo.

Al mismo tiempo, Heinz reconoce que no existe una sola manera de alcanzar el socialismo de nuevo tipo, que existen diferentes vías. Esto no es extraño, pues un socialismo sin principios y sin una estructura sólida tampoco puede tener un programa de aplicación mínimamente serio. Pero a grandes rasgos, lo que Heinz insinúa es que es necesaria una alianza entre el liberalismo y el socialismo (en realidad, estatalismo) para conducirnos a una sociedad plenamente democrática, no en un sentido de clase sino en un sentido completamente transversal.

Eso a los comunistas se nos hace curioso, porque, hasta donde nos habían contado, el socialismo no era otra cosa que una etapa transitoria a una sociedad igualitaria, sin clases y, por lo tanto, sin la necesidad de ningún Estado, el comunismo.

Resulta que, para declararse heredero de lo que algunos llaman "viejo socialismo", el socialismo del siglo XXI pasa completamente de ese principio marxista vital, fundado en la más consecuente dialéctica histórica y proclama al propio socialismo como un fin. La mención a la futura extinción del Estado se desvanece. Pero todavía hay más. Resulta que, como en su día dijo Chávez, el propio socialismo del siglo XXI requiere una fase previa, llamada "democracia revolucionaria". Hay que reconocer que el nombrecito suena bastante más transigente y "buenrollista" que una dictadura del proletariado, lo malo es que esa transigencia supone ir de la mano con la burguesía hasta el anhelado e idílico socialismo (fuera coñas), cosa, y perdón por la expresión, bien jodida. O quizás no, quizás ahora esto sea el mundo al revés y nosotros seamos los utópicos.

Lo que está claro es que nos encontramos ante un socialismo que ha barrido de un plumazo los conceptos de "comunismo" y ha arrasado con la tesis marxista de la lucha de clases. Y que por otra parte, tolera la propiedad privada de los medios de producción (con lo que ello conlleva: la explotación del hombre por el hombre, el codeo con la clase capitalista...), es más, la considera elemental para alcanzar el socialismo: obreros y burgueses juntitos de la mano dando saltos. Vamos, una joya.

Siendo así, no extraña que organizaciones tan revolucionarias y transformadoras como IU-PCE en España y otras muchas organizaciones análogas de otros países se hayan proclamado con orgullo firmes seguidores y admiradores del socialismo del siglo XXI. Utilizando a este como "comodín" en un claro intento por radicalizar falsamente sus fines.

El socialismo del siglo XXI en el mundo (o lo que nos dicen que es)


El socialismo del siglo XXI viene siendo empleado, desde hace algunos años, por los representantes de las medias y pequeñas burguesías latinoamericanas, que en mitad de una lucha encarnizada por el control de su propio mercado, ocupado hasta la fecha por los tentáculos del omnímodo capital yankee, proclaman el socialismo del siglo XXI como la panacea social. No se fija como medio, sino como horizonte, como una especie de punto abstracto e infinito allá, a lo lejos, hacia lo que hay que ir avanzando. Esto en la práctica se traduce a un anti-imperialismo bastante manifiesto y a una exaltación de lo nacional en contraposición al dominio norteamericano de los recursos y mercados latinos, el palabro "socialismo" y sus promesas sirven, por otra parte, para atraer a todo el conjunto de las capas populares hacia los intereses de las burguesías nacionales. Como revolucionarios debemos de ser capaces de canalizar este anti-yanquismo, de ser flexibles, adaptarnos, (pero adaptarnos de verdad, sin destruir nuestros principios como proponen el revisionismo y reformismo mundiales) de emplearlo en nuestro provecho, estableciendo cuando sea preciso las alianzas y el diálogo necesarios. Todo esto sin olvidar que como comunistas, nos encontramos en la prioridad de fijar nuestro punto de mira en los elementos proletarios y las pacas más populares dentro de este tipo de movimientos sociales, tenemos que lograr que sea la clase obrera la que tome el mando de todo este tipo de procesos.

Con esto no se está negando la conveniencia de trazar oportunamente con la mal llamada "Revolución Bolivariana" diversas alianzas estratégicas, pero lo que interesa dejar claro aquí es que en absoluto hemos de pensar que por la vía del socialismo del siglo XXI se va a alcanzar nada parecido al socialismo real.

El propio Dieterich admitió hará poco en uno de sus artículos, que en estos 10 años de "revolución" bolivariana la economía venezolana, lejos de abrirse hacia lo público, se había privatizado todavía más, lo que sin duda, tal y como afirmaba Dieterich, representaba un fracaso del proyecto socialista en Venezuela. Además, Dieterich se atrevía a jugar a las pitonisas (marxistamente, eso sí), despreciando cualquier análisis objetivo de la situación, declarando taxativamente que Chávez (y suponemos que por ende el resto de países como Bolivia, Ecuador...) no han construido (menuda novedad) ni construirán el socialismo (más bien su socialismo nuevecito).

Conviene destacar también el llamativo ramalazo pesimista con el que escribe Dieterich los últimos dos años cada vez que habla de todo lo relacionado con el proceso de América Latina. Últimamente, y siguiendo de cerca sus trabajos, parece obsesionado con la inevitable derrota de los países bolivarianos. Habla con miedo (quizá solo busque transmitirlo), inseguro, critica las gestiones de Chávez, lo va considerando, poco a poco, como un incapaz. Y todo esto al tiempo que se aproxima a China.

Y es que ahora, según Dieterich, a diferencia de la Revolución Bolivariana, estancada y sin muchas perspectivas de futuro, sumida en una vorágine contradictoria que parece no tener fin, la "Revolución China", dice, todavía está a tiempo de no fracasar. Festival del humor. Llamar revolución al capitalismo semi-estatal que rige la República Popular China en estos momentos dice ya suficiente sobre la integridad y el fundamento del alemán ya no como revolucionario, sino como persona de izquierdas que dice que es.

Así pues, nos vemos teletransportados a un mundo en donde el socialismo cubano huele a podrido y el socialismo real es enterrado a pisotones, zanjado y escupido (de la RPD de Corea ya ni hablamos, por supuesto). De otro lado está China, donde parece haber un socialismo de puta madre y por la que todos los proletarios del mundo deberán de rezar, ya que Venezuela, como bien ha señalado el santo gurú Dieterich, está casi perdida.

Verdaderamente bochornoso. Pero tranquilos, los comunistas seguiremos a lo nuestro.

Artículo de G. V., militante de los Gazte Komunisten Kolektiboak (GKK/CJC Euskal Herria)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...