21 de abril de 2013

El deber de evitar una guerra en Corea

Fidel Castro
4/4/2013
Cuba/Corea

Hace unos días me referí a los grandes desafíos que hoy enfrenta la Humanidad. La vida inteligente surgió en nuestro planeta hace alrededor de 200.000 años, salvo nuevos hallazgos que demuestren otra cosa.

No confundir la existencia de la vida inteligente con la existencia de la vida que, desde sus formas elementales en nuestro Sistema Solar, surgió hace millones de años.

Existe un número prácticamente infinito de formas de vida. En el trabajo sofisticado de los más eminentes científicos del mundo se concibió ya la idea de reproducir los sonidos que siguieron al Big Bang, la gran explosión que tuvo lugar hace más de 13.700 millones de años.

Sería esta introducción demasiado extensa si no fuese para explicar la gravedad de un hecho tan increíble y absurdo como es la situación creada en la Península de Corea, en un área geográfica donde se agrupan casi 5.000 de los 7.000 millones de personas que en este momento habitan el planeta.

Se trata de uno de los más graves riesgos de guerra nuclear después de la Crisis de Octubre de 1962 en torno a Cuba, hace cinco décadas.

En 1950 se desató en Corea una guerra que costó millones de vidas. Hacía apenas un lustro que dos bombas atómicas habían estallado sobre las indefensas ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, las que en cuestión de minutos mataron e irradiaron a cientos de miles de personas.

En la Península Coreana, el general Douglas MacArthur quiso emplear armas nucleares contra la República Popular Democrática de Corea. Ni siquiera Harry Truman se lo permitió.

Según se afirma, la República Popular China perdió un millón de valientes soldados para impedir que un ejército enemigo se instalara en la frontera coreana con su patria. La URSS, por su parte, suministró armas, apoyo aéreo, ayuda tecnológica y económica a Pyongyang.

Tuve el honor de conocer personalmente a Kim Il Sung, una figura histórica, notablemente valiente y revolucionaria.

Si allí estalla una guerra, los pueblos de ambas partes de la Península serán terriblemente sacrificados, sin beneficio para ninguno de ellos. La RPDC siempre fue amistosa con Cuba, como Cuba lo ha sido siempre y lo seguirá siendo con ella.

Ahora que ha demostrado sus avances técnicos y científicos, le recordamos sus deberes con los países que han sido sus grandes amigos, y no sería justo olvidar que tal guerra afectaría de modo especial a más del 70% de la población del planeta.

Si allí estallara un conflicto de esa índole, el gobierno de Barack Obama, en su segundo mandato, quedaría sepultado por un diluvio de imágenes que lo presentarían como el más siniestro personaje de la Historia de los Estados Unidos. El deber de evitarlo también es tanto suyo como del pueblo de los Estados Unidos.

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